viernes, 21 de octubre de 2016

ASÍ EMPIEZA LO MALO

 Así empieza lo malo. Javier Marías. Alfaguara. Madrid, 2014.

"No hace demasiado tiempo que ocurrió aquella historia, y sin embargo hoy sería imposible. Me refiero a lo que les pasó a ellos, a Eduardo Muriel y a su mujer, Beatriz Noguera, cuando eran jóvenes, y no tanto a lo que me pasó a mi con ellos cuando yo era el joven y su matrimonio una larga e indisoluble desdicha".

Así empieza esta novela de Javier Marías, ambientada en la Transición española, ese tiempo de nadie en el que todos intentaban encontrar su lugar y aprender a convivir. Así empieza lo malo es un título shakesperiano para una obra llena de referencias cinéfilas y literarias.

Cuenta la historia de este matrimonio y de Juan De Vere, testigo involuntario cuyo trabajo como asistente del director de cine Eduardo Muriel le permitió asomarse al presente y al pasado de la pareja y su entorno. El propio Muriel le encargará que investigue a un amigo de toda la vida, el Doctor Jorge Van Vechten, aunque el joven De Vere, como él mismo le llama cariñosamente, se tomará licencias que van mucho más allá de esa investigación.

A través de sus páginas descubriremos que "no hay justicia desinteresada", y menos en un Madrid inmerso en los movidos años 80 y contaminado por el rencor. Nos sumergiremos en todo tipo de secretos y sus consecuencias: los que se callan, los que se gritan en un ataque de cólera, los susurrados en la noche, los espiados tras una puerta e incluso aquellos que muchos saben y pocos cuentan porque abarcan a todo un país y esconden vergüenza y miedo a lo que pueden desatar.

Marías abusa del manierismo en sus primeras páginas: muchos cultismos, intelectualismos y una estructura sintáctica densa ( ¿“no es factible no entender lo que en otra época no se entendía una vez que se ha entendido”?). A la vez en esta primera parte crea un clima intrigante en torno al matrimonio, especialmente a destacar la escena en la que, de madrugada, el matrimonio mantiene una conversación íntima cada uno a un lado de la puerta del dormitorio, mientras un escondido jovencito les escucha tras otra puerta. El propio lector se siente agazapado tras una esquina, espiando algo que sabe que no debería ver ni oir, pero de lo que no puede apartar la vista ni el oído, y de lo que ya es partícipe omnisciente.

En la segunda mitad del libro el ritmo de lectura cambia totalmente, girando hacia largos diálogos, en ocasiones en exceso. Se acerca más al retrato de costumbres. Aparecen también varios personajes secundarios, aunque carecen de un valor real para el conjunto de la historia.En el final, el lector se ve atrapado en una espiral de verdades, y ya no podrá parar de leer hasta saber si querrán desempolvarlos todos o preferirán la paz de la inconsciencia.

El autor entreteje su historia entre la narración de lo real, intercala meditaciones íntimas para no enterrar el pasado pero sin pretender revivir el odio. Así empieza lo malo es intensa, es valiente y es, a pesar de los secretos, sincera.